EL FOTÓGRAFO DE LA FRONTERA

Durante 6 años el fotógrafo Francisco Mata Rosas ha trabajado en La Línea, una exposición que retrata y exploralos límitesde la frontera entre México y Estados Unidos.

 

Créditos: Francisco Mata Rosas

 

Irene Larraz │ América Sin muros

La frontera es el límite de los límites, donde todo empieza o donde todo termina. Y el fotógrafo Francisco Mata Rosas quería explorarlo hasta poder desmitificarlo. Mata Rosas, uno de los exponentes de la fotografía contemporánea mexicana y coordinador de difusión cultural de la UAM, visita Tijuana desde los 80 y hace seis comenzó el proyecto de La Línea, donde retrata una frontera diversa y compleja, muy alejada del muro imaginario que plantea el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

 

¿Qué le atrae de la frontera?

Primero su diversidad; la enorme diferencia que hay entre las distintas regiones y que, desde el centro, no nos queda claro. Se piensa en la frontera como una sola, como una región que es igual en todos lados. Y no. Si pensamos en EU nos queda muy claro que California y Texas no tienen nada que ver, son prácticamente dos países distintos. Pero exactamente igual es del lado de México. Hay enormes diferencias en paisaje, en cultura, en el tipo de gente, en la relación que se establece con EU, etc. entre Tijuana y Matamoros, entre Ciudad Juárez y Mexicali, por citar algunos.

Y luego, está otra franja transversal a la frontera que me interesa muchísimo, que es la hibridación cultural que se da en estas zonas. Es una mezcla que de manera forzada se tuvo que dar cuando se inventa esta frontera por los Tratados de Guadalupe y familias enteras quedan divididas. Estos niños no migraron, son de familias que originalmente fueron de México pero ellos ya no tienen nada que ver, y al mismo tiempo tampoco son norteamericanos. Estas contradicciones también suceden dentro de nuestro país.

 

¿Por ejemplo?

Por ejemplo, Tijuana. Es realmente difícil encontrar a alguien que tenga tres generaciones atrás que vengan de Tijuana. Hasta hace una generación, Tijuana era un lugar donde todo era improvisado y todo tenía una sensación de caducidad muy corta. La mayoría de la gente estaba con la idea de que ‘pronto todo iba a cambiar’. Vivían en una especie de limbo, sin arraigo. Ahora existe una nueva generación que ya nació allí y se sienten identificados con la ciudad, por eso están propiciando un movimiento cultural súper intenso a partir de una superposición de capas culturales, como fronteras interiores.

Pero luego tenemos el fenómeno de la migración de tránsito, principalmente de Centroamérica, que utilizan el territorio como trampolín. Muchos de ellos se quedan atrapados en México, ya sea porque no pueden pasar o porque los deportaron: son los migrantes ‘fracasados’ que se vuelven un ingrediente más a lo que hablábamos. Algunos se integran, pero otros no, y forman microuniversos dentro de la ciudad. Son personas rechazadas que generan problemas muy complicados, pero que al mismo tiempo son una expresión contundente y poderosa del fenómeno de la migración y sus consecuencias. Pero también de sus razones y de sus orígenes.

Quería retratar a estas personas atrapadas en esta otra frontera interior, en esta otra frontera paralela a la frontera que nos obliga a ver el origen: cuál es la situación de los países que los expulsan, cuál es la situación de violencia al transitar todo México, cuál es la situación de rechazo que sufren al ser deportados de EU, y cuál es la situación e rechazo que sufren al quedarse en Tijuana. Es una superposición de injusticias y de rechazo.

 

La migración siempre ha atraído a la fotografía

Sí, la migración ha sido un tema constante en la fotografía. Hemos visto excelentes trabajos, excelentes reportajes extraordinarios, por ejemplo, de La Bestia. A mí me pareció que no hacía falta una foto más de eso, que ya lo habían hecho muy bien mis colegas, y que yo podía concentrarme en trabajar en otra cosa. Entonces a mí me interesó más trabajar el proyecto de La Línea desde imágenes más metafóricas, donde a través de los objetos, el retrato y el paisaje, yo contara estas historias.

 

Con esas metáforas ha logrado convertir a la frontera en un personaje en sí

Hay imágenes donde vemos lo absurdo del muro, cómo en medio de un desierto no tiene sentido tener unas bardas como esas, o cómo la montaña se ve atravesada por una sinuosa frontera que más nos recuerda una cicatriz y que parece no sólo innecesaria, sino absurda. Es un aspecto que nos permite visualizar la frontera de otra manera, entendiendo que hay muchos tipos de frontera: muro, valla ciclónica, hay fronteras donde son cercos, crucetas, hay fronteras donde no hay nada, donde está el desierto, el río, la montaña, el mar. La diversidad de la frontera es enorme. No es un muro como imaginamos, ni como se imagina Trump.

Con eso busco la participación del espectador. La fotografía ya no es más un acto contemplativo, la fotografía es una necesidad de interacción con la imagen. La imagen pide a gritos ser leída e interpretada, y el espectador tiene que volcar ahí la información que tiene, los prejuicios que tiene, la curiosidad… Lo que quiero es preguntarle al espectador: ¿qué piensas tú, qué sientes tú, qué opinas tú? Y tratar de establecer un diálogo.

 

¿Ha tratado de hacer un abordaje menos pesimista, más neutral?

La fotografía son códigos abiertos e interpretables, no busco calificar ni concluir. En ese sentido es muy difícil interpretar narrativamente hacia dónde puede ir. Desde luego que sí hay un tono de desolación, de impotencia, evidentemente de disgusto, y creo que se nota en mis fotografías, pero también he encontrado situaciones que me han conmovido mucho. Por ejemplo, encontré parejas de enamorados entre estos deportados que no tienen futuro, que están enganchados en las drogas, que viven en la calle y lo único que les queda es el amor que se tienen. Yo tomo fotografías para eso, para hablar con la gente, para verla a los ojos y escuchar sus historias. Y el resultado es impredecible.

 

¿Explorar los límites es superarlos?

Mostrar en las imágenes lo absurdo del muro es una forma metafórica de decir que no existe. Visibilizar qué es la frontera le quita ese carácter mítico del imaginario de un gran muro infranqueable que no es así. Se pueden construir los muros que sean y no van a evitar ni el flujo de droga, ni el flujo de armas, ni el flujo de personas. Estos muros no detienen nada. La frontera es más un símbolo, una poderosa imagen que utilizan muy bien los políticos de ambos lados. En muchos sentidos mis imágenes buscan mostrar que no es como nos la pintan. Que es tan absurda, que es algo tan inútil, que realmente no debería ser una preocupación tan fuerte.

Lo curioso es que para la gente de Mexicali el muro es invisible. Cuando alguien llega del centro no puede dejar de mirarlo. Es poderosamente conmovedor en Tijuana ver este muro que entra al mar. La división de las aguas del mar tiene hasta un carácter bíblico Y pensar que a partir de ese punto empieza o acaba todo Latinoamérica. Pero la gente de la frontera convive perfectamente con ella. En muchos sentidos el muro se ha vuelto invisible para los habitantes por su cotidianidad.

 

¿Se puede recuperar con esa mirada la idea de migrar como un derecho a viajar?

Hay un montón de prejuicios y estereotipos, y la migración no es la excepción: representa a personas que no conocen ni respetan las costumbres y tradiciones del lugar, pero no nos damos cuenta que gran parte de las ciudades se han construido gracias a los procesos migratorios. Vemos en la migración el mal actual porque tenemos una memoria muy corta, pero también tenemos muy corta vista hacia el futuro, y rechazamos a las personas que vienen de otro lado. Pero la migración, los migrantes, son como un campo fértil, un espacio de batalla perfecto para esta confrontación de puntos de vista de la sociedad, para este choque de ideologías y posturas ante los problemas sociales.

 

¿Hay puntos de vista positivos también?

Yo creo que no. Primero, la fotografía en general siempre ha visto hacia abajo. Siempre ha buscado mostrar, denunciar en algunos casos, opinar en otros, sobre injusticias, desastres, la miseria humana. La fotografía nació con eso. Temas tan complicados como la migración es muy difícil abordarlos de otra manera. Sobre todo en sociedades como la nuestra, donde la fotografía sigue teniendo un papel muy importante con una carga documental e informativa. Entonces, ponerse a realizar una serie fotográfica donde se idealizara, por ejemplo, a los migrantes y donde se diera un tratamiento estético distinto, seguramente sería calificado de banalizar el problema, de esnobismo, y de volver light algo tan grave y problemático como la migración, descafeinarlo.

Tenemos tantos problemas a nivel país, tanta violencia, tanta injusticia, tanta desazón, tanta falta de idea de futuro entre los jóvenes, tanta decepción por el sistema político, de valores, económico… que abordarlo de otra manera me cuesta muchísimo trabajo imaginarlo, pero más trabajo me cuesta imaginarlo como un trabajo que fuera bien recibido. Nos falta llegar a un punto donde pueda ser tratado de otra manera. Ha sucedido con otros fenómenos: que hemos llegado a un punto donde el arte lo interpreta, explora, expone con otras estéticas, con otros acercamientos. Pero para el fenómeno de la migración creo que todavía está lejos de que así sea.

 

¿Cada vez que regresa a la frontera es un nuevo abordaje?

Cada vez que voy es distinto, porque tengo preguntas diferentes, porque exploro también nuevas maneras de abordarlo técnica y conceptualmente, pero tengo que parar. Estoy en un proceso de cerrar ya el proyecto, editar un libro y hacer una exposición que cierre esto como un periodo de producción coherente de idea de la frontera.

Lo que no va a cerrar nunca son mis visitas a la frontera. Tengo la idea de hacer una serie de retratos de personas que decidieron quedarse y que se han integrado en la sociedad y que han formado familias, o negocios, y que no me atrevería a llamarlas historias de éxito, porque de entrada es un término que importamos y que no va con nuestra idiosincrasia, pero sí me gustaría llamarlas historias de integración, sin calificarlas. Ahora conocí a una mujer haitiana en Tijuana, Lucy, que ya montó su restaurante. Entonces, tienen un restaurante de comida haitiana, la comunidad la apoyó, el municipio le está apoyando con los permisos y a la gente le da curiosidad y van. Esa es una historia de éxito o no, no sé. Sí es de éxito en la medida que puso el restaurante, pero es una historia de fracaso en la medida que no se pudo ir a Estados Unidos. Pero sí hacer retratos de esta otra historia de la migración.

 

Explora la galería completa en el siguiente enlace: https://spark.adobe.com/page/CnD7gsdCdPLGd/

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