LOS DREAMERS SE ESTÁN PREPARANDO PARA LO PEOR

Entrevista con la asesora de dreamers Lupe Gallegos-Díaz,

 que dirige la oficina académica de desarrollo estudiantilpara chicanos y latinos en la Universidad de California, Berkeley (UCB).

 

Lupe Gallegos-Díaz en la Casa de la Universidad de California, durante su visita a México.

 

Redacción │ América Sin Muros

 

Lupe Gallegos-Díaz dirige la oficina académica de desarrollo estudiantil para chicanos y latinos en la Universidad de California, Berkeley (UCB), en Estados Unidos, donde también se desempeña como enlace de asuntos comunitarios para las comunidades latinas dentro y fuera del campus.

Desde ahí, atiende a decenas de jóvenes documentados e indocumentados que anhelan terminar la universidad al tiempo que enfrentan las nuevas políticas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Gallegos-Díaz comparte con ellos su pasión por ayudar y su experiencia personal como hija de padres mexicanos que ha vivido de cerca el drama de la migración sin documentos.

Esta tarde nos recibe en la Casa de la Universidad de California, donde se reúne con exalumnos de la Universidad para forjar nuevas alianzas y encontrar apoyos para los estudiantes.

 

¿Cómo comenzó a involucrarse como consejera de estudiantes latinos?

Al comienzo llegaban muchos estudiantes indocumentados, pero no podían estudiar porque no tenían fondos. Así que fui creando una red de apoyo para buscar financiamiento y becas para poder ayudarles con su alojamiento, la comida, etc. Pero no solo con los latinos, también se sumó el grupo asiático con nosotros.

 

¿Se sentía identificada con los estudiantes?

Yo trabajaba el tema con los estudiantes latinos dentro de la Universidad, pero también lo vivía en mi familia, porque también tuve primos indocumentados que vivían con nosotros porque venían a trabajar. Un primo indocumentado se murió en la casa de un ataque al corazón, y ahí aprendí mucho también del rol del consulado mexicano y cómo traspasar un cuerpo que no está documentado de regreso a México. En la experiencia se aprende mucho más, aunque en la Universidad me enfoqué en las necesidades de los jóvenes.

 

¿Cuándo comenzó a trabajar con los dreamers?

Empezamos con lo de los dreamers de manera más formal a través de donaciones individuales. Empecé a trabajar con una exalumna de Sudáfrica que quería dar 200,000 dólares cada año para ayudar a estudiantes indocumentados, pero la Universidad no tomó el dinero porque la ley no permitía que se enfocara en comunidades raciales étnicas específicas. Entonces siguió trabajando conmigo, a través de la asociación de exalumnos latinos y chicanos. Ella y muchos otros donantes individuales nos ayudaron mucho.

El programa ahora se llama Undocumented Student Program, y hacemos entrenamientos para que sepan cómo hacer campañas, cómo manejar una deportación, ser observadores y estar preparados para eso.

 

La Universidad de California Berkeley ofrece asesoría para dreamers e incluso entrenamiento para enfrentar una deportación.

 

¿Qué porcentaje supone la comunidad latina en la Universidad de California?

De los 10 campus, 5 son HSI (Hispanic-Serving Institutions), quiere decir que tienen más de un 25% de estudiantes latinos. Y hay dos más que ya casi entran en esa categoría. Esto es muy importante porque dentro de poco ya todo el sistema de la Universidad de California va a tener una cuarta parte de estudiantes latinos. Y muchos de ellos son mexicanos.

 

¿Cómo se organizan?

Surgió el Legacy Event, una reunión de exalumnos donde les pedimos su apoyo y empezamos a platicar con otros campus que querían replicar el modelo, así que ahora nos estamos coordinando con todos los exalumnos para ganar fuerza, no solo en la red de información, sino para impulsar medidas de política pública, porque ahora también tenemos la alineación de todos los políticos latinos que están surgiendo. Queremos ver las cosas comunes e impulsar los temas que nos preocupan como latinos. Ahora nos estamos enfocando en DACA y en los dreamers, que son 11 millones, no solo los 800.000 del DACA.

Yo trabajo también con los que no tienen DACA, y ahí son los donantes individuales los que nos apoyan con dinero para ayudarles. En Berkeley tenemos como 800 DACA, pero los números son cambiantes porque muchos no se identifican, y los que no tienen DACA, menos. Los dreamers entran y salen del sistema porque tienen que trabajar para ganarse el dinero. Pero sí se organizan: por ejemplo, varios estudiantes dreamers se juntaron porque la vivienda es carísima en el área de la Bahía y formaron la ‘Dreamers’ House’, que ahora se llama ‘Casa Sin Fronteras’. La casa tiene 8 estudiantes y todos son indocumentados. Mi oficina también los respalda y los apoya con cosas por parte de la universidad como becas o cupones de comida, y luego con donantes externos.

 

¿Cuáles son los problemas más frecuentes por los que recurren a usted?

Ahora tengo un caso de una joven que está muy deprimida porque se siente muy presionada; siente que todo lo tiene que hacer bien, el asunto del DACA, la narrativa dreamer, y además estudiar (Berkeley no es un sitio fácil). Y como ella, muchos comparten problemas de salud mental sobre cómo se sienten.

También ahora se suma la política de Trump y la libertad de expresión frente a los supremacistas blancos, que ha sido muy pesado para nosotros. Las últimas semanas, por amenazas de estos grupos de extrema derecha, teníamos 300 policías antidisturbios en nuestro campus. La universidad gastó 800,000 dólares por dos semanas para manejar este tema. En Berkeley se defiende mucho la libertad de expresión y los estudiantes de minorías, como los latinos, se enfadaron muchísimo porque esperaban que el campus se pronunciara de manera más fuerte para poder pararlo.

 

¿Usted qué opina?

Yo creo que hay un límite entre el free speech y el hate speech, y navegarlo legalmente es algo difícil. Imagínate para los indocumentados, que ya están presionados, que vengan y les digan que no deberían estar aquí. Ya tenemos 5 psicólogos y de ellos 2 trabajan con dreamers indocumentados.

Muchos son brillantes, pero se sienten solos, y si la familia no está cerca es más pesado. También ves a otros estudiantes resilientes que se siguen organizando, luchando por los derechos de la comunidad, y esos serían casos de éxito.

 

¿Cómo apoya la Universidad para que se organicen?

Los jóvenes son los que están impulsando el tema, y pidieron a la Universidad de California Berkeley un entrenamiento para defensa ante deportación. La administración les dijo que estaban llevando el tema a otro nivel, porque solo dan entrenamiento de aliados, información de lo que está pasando, peor no han dado entrenamiento para la acción. Al final accedieron y ahora lo están impartiendo.

 

Manifestantes discuten durante una protesta en la Universidad de California Berkeley, donde se presenta el político de derecha Ben Shapiro.

 

¿Están esperando lo peor?

Los jóvenes sí, se están preparando para lo peor porque no saben lo que va a pasar con Trump. Muchos pensaron que no iba a quitar DACA y lo hizo, entonces ahora ya se están preparando para ver qué va a pasar el 8 de marzo. Los jóvenes y las ONG se están preparando para la deportación y otros grupos están trabajando sobre las posibilidades de la reforma migratoria. Se está trabajando de todos lados y todos estamos viendo qué puede hacer cada uno. El UC Davis lleva el liderazgo sobre todo lo que está pasando en el tema legal, y estamos constantemente trabajando con la comunidad.

 

¿Hay nuevos liderazgos?

Yo veo mucho el liderazgo y empoderamiento de las mujeres, ha sido tremendo. Casi en todas las organizaciones con las que trabajo, las líderes son mujeres.

 

¿Qué porcentaje de dreamers logra graduarse entre tantos problemas?

En Berkeley tenemos una tasa de retención del 86% entre los latinos, pero sobre 6 años, no sobre 4. Lo que sabemos de los latinos que entran en Berkeley es que fluctúan; entran y salen por problemas financieros, por lo que les toma más tiempo acabar la carrera. En total, en el campus la tasa promedio es del 89%, entonces muchos dicen ‘no tienen problemas de retención’, pero son tan poquitos los que entran, que si se va uno se siente un gran descenso. Berkeley apenas tiene un 13% de latinos.

El tema es que ya hay un 60% de latinos en escuelas primarias. Imagínate la ola que viene, y si no estamos preparados como institución para esta gente, ¿en qué están pensando? Entonces conectarnos y apoyarnos va a ser muy importante.

 

 

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